Editorial:
La frase usada por el oficialismo se les revierte: los ladridos no son señal de progreso, sino de alerta ante los atropellos de la administración Chaves.
En el discurso oficialista del gobierno de Rodrigo Chaves, la frase «los perros ladran, señal que cabalgamos» se ha convertido en un lema recurrente para descalificar las críticas de la oposición y minimizar las preocupaciones ciudadanas. Pero conviene reflexionar: cuando los perros ladran, ¿es señal de avance o un aviso de peligro?
La realidad en Costa Rica nos obliga a reinterpretar esta metáfora. Los ladridos en los barrios y comunidades no son aplausos al progreso, sino alertas ante quienes se acercan con intenciones cuestionables. La administración Chaves ha gobernado bajo una constante atmósfera de sospechas, desdén por las instituciones y medidas que favorecen a pocos en detrimento de la mayoría.
Un ejemplo contundente es el reciente caso de la póliza millonaria para proteger a jerarcas ante actos de corrupción, un escudo vergonzoso financiado con los impuestos del pueblo. Mientras tanto, las instituciones públicas, como la CCSS, el ICE y el INS, enfrentan embates que buscan debilitarlas para allanar el camino a intereses privados.
¿Acaso los «ladridos» de la ciudadanía no son justificados? ¿Qué debería hacer un pueblo cuando ve cómo las decisiones gubernamentales benefician a grupos de poder mientras los sectores más vulnerables enfrentan recortes y carencias?
Lea También: Las promesas incumplidas de Rodrigo Chaves
El gobierno de Rodrigo Chaves ha demostrado que prefiere el ruido mediático a las soluciones reales. Los «perros» no ladran porque el gobierno avanza; ladran porque el país retrocede hacia la inseguridad, la privatización y el autoritarismo.
Costa Rica merece un liderazgo que no confunda las alertas ciudadanas con obstáculos. Es hora de recordar que los ladridos son el lenguaje del pueblo para advertir que algo anda mal. Y cuando los perros ladran, los verdaderos demócratas no ignoran el aviso: investigan, cuestionan y defienden lo que es justo.
Rodrigo Chaves y su séquito deberían escuchar el clamor popular en lugar de burlarse de él. La Costa Rica que aman quienes ladran no merece ser entregada a intereses oscuros disfrazados de «cabalgar«.