Los delirios de un vulgar populista
La imagen de Donald Trump como Sumo Pontífice, publicada por la cuenta oficial de la Casa Blanca, desata indignación y ofensa en el mundo católico.
Donald Trump, actual presidente de Estados Unidos, vuelve a protagonizar una controversia internacional tras difundirse una imagen generada por inteligencia artificial en la que aparece vestido como el Papa. Lo alarmante no es solo el contenido, sino que la fotografía fue publicada en la cuenta oficial de la Casa Blanca en X (antes Twitter), consolidando lo que muchos califican como un acto cínico, irrespetuoso y profundamente ofensivo hacia el pueblo católico mundial, justo en plena etapa de duelo tras la reciente muerte del Papa Francisco.

Con mitra dorada, sotana blanca y una cruz colgando del cuello, Trump posa en actitud solemne y arrogante en lo que parece ser un intento grotesco de autoproclamarse figura espiritual y moral, en una puesta en escena más digna de un reality show que del liderazgo de una nación.
Un acto de arrogancia institucionalizada
Esta imagen fue originalmente compartida por el propio Trump en su red Truth Social, y días después la Casa Blanca la replicó como si se tratara de una declaración oficial de orgullo presidencial. El hecho no solo raya en la blasfemia: rompe los límites del respeto interreligioso y convierte el símbolo más sagrado del catolicismo en una herramienta de vanagloria personal.
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Varias figuras públicas han alzado la voz ante la ofensa. La Conferencia Católica del Estado de Nueva York calificó la publicación como una “burla inaceptable” y una muestra de “ignorancia supina hacia la sensibilidad de millones de creyentes”. Aún más grave es el silencio oficial del gobierno estadounidense, que no ha ofrecido disculpas ni explicación alguna, dejando claro que el irrespeto también es política de Estado.
La burla como estrategia de poder
No es la primera vez que Trump manipula símbolos religiosos en su estrategia política. Sin embargo, esta acción traspasa los límites del decoro, utilizando la figura del Papa para alimentar su egocentrismo mesiánico, justo en un momento de vacío espiritual y transición para la Iglesia católica.
La publicación ha sido fuertemente criticada incluso por aliados tradicionales del Partido Republicano y sectores conservadores. La pregunta que se hace hoy el mundo católico es:
¿Quién en su sano juicio permitiría que el símbolo más sagrado del cristianismo fuera convertido en una caricatura presidencial?