Dra. Gloria Cárdenas Miranda
Hace más de 35 años se han producido transformaciones a nivel internacional de honda significación. El Estado costarricense ha desarrollado acciones a nivel institucional para la promoción de igualdad y equidad de género, siendo significativa la influencia de organizaciones de mujeres, que marcaron de manera determinante la expansión de sus formas organizativas y de las demandas planteadas al Estado, favoreciendo nuevos espacios institucionales para los derechos e intereses de las mujeres.

Desde el marco de los Derechos Humanos, la igualdad es un principio inherente en todas las Constituciones en democracia, tendientes a garantizar las mismas oportunidades para todas las personas y construir las condiciones psicosociales que permitan el bienestar integral. Sin embargo, hoy en día persisten condiciones sociales y culturales que generan desigualdad y discriminación, principalmente por condición de género.
Para las mujeres, las oportunidades en jefaturas tanto en el sector público como privado, así como en el ámbito político, el ingreso a las carreras STEM (Ingenierías, Tecnologías, Ciencias, Matemáticas) y la equidad salarial, siguen siendo muy limitadas. Esta realidad crea una situación de diferenciación basada en estereotipos y roles asignados a partir de construcciones sociales.
Ante este panorama, el principio de igualdad de género expresa la aspiración de que tanto mujeres como hombres gocen de las mismas condiciones y puedan ejercer completamente sus derechos humanos, generando acciones afirmativas que permitan el desarrollo de habilidades y destrezas en beneficio del bien común.
Es fundamental en este tema tan sensible escuchar las necesidades de las mujeres y abordarlas de forma distinta, sin que esto signifique excluir a los hombres, sino más bien incluirlos en roles no tradicionales, en tareas generalmente vinculadas a lo femenino.
Es necesario reconocer que las desigualdades responden a una estructura social, a los mandatos y roles asignados tanto a mujeres como a hombres a lo largo del tiempo. Estos hechos han sido institucionalizados y reproducidos en todas las esferas: económica, social, educativa y política.
Lo anterior se refleja en datos alarmantes del Observatorio de Violencia de Género del Poder Judicial:
- Entre 2020 y 2024, han fallecido 177 mujeres víctimas de femicidio.
- En lo que va del 2025, ya se contabilizan 11 mujeres asesinadas.
- 7000 denuncias anuales por delitos sexuales evidencian la gravedad del problema, que sigue en ascenso.
Estos datos son motivo de preocupación constante para las autoridades judiciales y expertas en violencia de género. Las diputadas han hecho un llamado vehemente, especialmente al INAMU, que no está cumpliendo con su papel correspondiente. Asimismo, se insta a municipalidades, universidades públicas, el PANI, el MEP, el IAFA, el Poder Judicial y la Defensoría de los Habitantes, entre otros entes, a cerrar filas ante esta pandemia de violencia, ya que es urgente tomar acciones concretas para proteger a la población femenina.
Si se consideran los últimos 17 años, han sido 452 mujeres asesinadas a manos de su pareja, familiar u otra persona.
Ante esta problemática, las diputadas, sindicatos, organizaciones de mujeres, universidades públicas y otros sectores solicitan de forma vehemente al presidente de la República, Rodrigo Chaves, el cese inmediato de la violencia simbólica contra las mujeres que ejerce cada miércoles en sus conferencias de prensa, a través de discursos con una retórica patriarcal. Su comportamiento es contrario a su investidura.
Con estos datos, la educación enfrenta un desafío mayor en una sociedad marcada por:
- Incertidumbre constante
- Economía global
- Inteligencia artificial
- Redes sociales
- Fenómenos migratorios
- Múltiples modelos familiares
- Aumento de situaciones psicosociales como violencia, drogadicción, delincuencia y desempleo
Lo anterior nos lleva a la necesidad de una educación de calidad, sustentada en un enfoque de prevención integral, entendido como un proceso educativo y formativo que promueva en la persona, la familia y la comunidad el desarrollo de:
- Habilidades y destrezas
- Actitudes y conocimientos
- Valores y hábitos
Este enfoque busca estimular respuestas autónomas y creativas ante las diversas situaciones de la vida, centrando la atención en las potencialidades del ser humano y no en sus carencias o debilidades. De esta manera, cada persona podrá ser protagonista de su propio desarrollo y construir su proyecto de vida.