Ministro de Cultura toma vino en horas laborales y usa temporada de ópera para propaganda oficialista

Jorge Rodríguez Vives protagoniza nuevo escándalo en el Ministerio de Cultura, mientras la “cultura jaguar” se impone como vehículo del chavismo.

El ministro de Cultura, Jorge Rodríguez Vives, vuelve al ojo del huracán luego de que circulara una fotografía en la que aparece compartiendo con tres estudiantes mientras una copa de vino lo espera a sus pies, en plena jornada laboral y dentro de un edificio público.

La imagen, tomada en una actividad organizada por la Unión Europea en el Museo Nacional, dejó en evidencia no solo el consumo de alcohol del jerarca en horario institucional, sino también el uso político que se hace de la institucionalidad cultural bajo su mando.

Tras la debida verificación por parte de Radio Zurqui, se confirmó que la actividad se llevó a cabo entre las 11:00 a.m. y 2:30 p.m., tiempo en el que el ministro no solo consumió licor dentro de un edificio estatal, sino que además participó en una jornada con claros tintes ideológicos.

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Aunque se aclaró que los estudiantes retratados junto al ministro son mayores de edad y pertenecen al Centro Nacional de la Música, eso no exime la gravedad del hecho: un ministro consumiendo licor mientras debería estar trabajando, representando al Estado costarricense.

Pero el vino no es lo único que se fermenta en el Ministerio de Cultura. Desde la llegada de Rodríguez Vives, la institución ha sido instrumentalizada para fortalecer la imagen propagandística del gobierno de Rodrigo Chaves, con la cuestionada “cultura jaguar” como estandarte.

En la pasada temporada de ópera, se utilizó la producción de La Flauta Mágica de Mozart para vestirla con símbolos del oficialismo, alterando vestuarios e imponiendo una narrativa estética alineada al discurso chavista. Ayer, como un guiño simbólico, el mismo Alejandro Cardona, quien encarnó a Papageno Alto en aquella producción, fue el encargado de entonar el Himno de la Unión Europea en la actividad en cuestión.

¿Coincidencia? Imposible. Cada detalle parece cuidadosamente orquestado para seguir tejiendo el relato simbólico del régimen, usando la cultura como escudo, disfraz y plataforma electoral. Las instituciones públicas, lejos de promover la diversidad y pluralidad cultural, han sido convertidas en maquinaria propagandística al servicio de un proyecto político personalista.

La ingesta de licor del ministro es apenas un síntoma de un Ministerio de Cultura perdido en el clientelismo ideológico, donde la estética se subordina a los intereses del poder.


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