M.Sc. Patricia Navarro-Molina
Percibo una gran desesperanza tras la publicación de la encuesta del CIEP, en la que, con dolor, vemos el aumento de la popularidad del presidente, pese a la demostrada mala gestión de la actual administración.
Vivimos momentos muy difíciles y de muchísima incertidumbre: nuestra democracia, nuestro país, parece desmoronarse frente a nuestros ojos. Tan grave como esta situación es la falta de un liderazgo político fuerte en el horizonte. Los partidos políticos permanecen enfrascados en luchas internas y en confrontaciones de egos.
Cada vez que, como ciudadana, me siento desanimada, recuerdo lo que mi maestro Daniel Camacho Monge nos enseñó sobre la necesidad de las utopías y la importancia de no perder la capacidad de perseguirlas.
También me viene a la mente la célebre reflexión del maestro Eduardo Galeano sobre las utopías:
«La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar».
Nuestra vida democrática es una lucha constante de personas persiguiendo ideales. Algunos han sido alcanzados, aunque parecían inalcanzables al inicio.
Otros se han plasmado en nuestras leyes, y su efectividad, aunque no siempre plena, está al alcance de la mano. Sin embargo, muchas veces esas ideas teóricas permanecen lejanas, sin convertirse en una realidad tangible para toda la ciudadanía.
Hoy parece que nos desviamos del camino, incluso que retrocedemos, pero la imagen de ese ideal en el horizonte debe impulsarnos a continuar por esa senda que parece no tener fin.
Como nación hemos alcanzado grandes avances desde que iniciamos nuestro trayecto democrático.
No aflojemos. No perdamos la esperanza. No dejemos de mirar hacia esas utopías que nos conducen hacia un futuro esperanzador.