Aeronave cayó en Bagaces y fue demolida en cuestión de horas, sin peritaje público ni información técnica completa.
Bagaces, Guanacaste. La caída de una presunta narcoavioneta en una finca de Bagaces reavivó las alarmas sobre el creciente narcotráfico aéreo en Costa Rica. El incidente, reportado este domingo por el Ministerio de Seguridad Pública, involucró un pequeño avión monomotor que impactó un tendido eléctrico, interrumpió el servicio en la zona y fue hallado sin ocupantes. Sin embargo, el verdadero foco de preocupación no es el accidente: es la decisión de destruir la aeronave apenas horas después del hallazgo, sin que el país conozca un peritaje técnico completo.
En el interior de la avioneta se encontraron pichingas con combustible, pero no se reportó droga ni carga ilícita. Tampoco se informó sobre la matrícula, el origen, la ruta, modificaciones internas, sistemas de navegación o rastros de actividad previa. Pese a esta ausencia de datos y al valor probatorio que tiene una narcoavioneta en investigaciones de crimen organizado, la Fiscalía autorizó su demolición con maquinaria pesada, una medida que corta de raíz la posibilidad de reconstruir la operación y sus vínculos.
Destrucción exprés y rompimiento del protocolo
En operativos internacionales, la regla es clara: una aeronave vinculada al narcotráfico jamás se destruye antes de ser exhaustivamente analizada. La estructura del fuselaje, los números de serie, el motor, las cabinas modificadas, los tanques, los remaches, las líneas de combustible y los dispositivos GPS son piezas clave para identificar:
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rutas de vuelo,
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talleres clandestinos,
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redes locales de apoyo,
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pilotos y financistas,
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vínculos con carteles extranjeros.
La eliminación acelerada de la avioneta en Bagaces impidió obtener cualquier rastro. El país no sabrá si la aeronave fue alterada, clonada, robada, ni si coincidía con reportes internacionales de narcoactividad aérea.
¿A quién no convenía que quedaran evidencias?
La decisión de destruir la aeronave abre una pregunta inevitable:
¿Qué se quería evitar que saliera a la luz?
En Bagaces y el corredor norte del Pacífico han operado durante años estructuras asociadas al narcotráfico, con pistas clandestinas y logística rural. Una avioneta caída es, usualmente, un golpe crucial para trazar conexiones entre grupos locales y organizaciones internacionales. Pero en este caso, la evidencia se eliminó antes de que la ciudadanía pudiera conocer:
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si hubo extracción de los tripulantes,
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si la carga ya había sido descargada,
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si la avioneta servía como abastecedora,
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si los números de serie correspondían a otras operaciones,
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si existía colaboración en tierra,
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o si había nexos con estructuras que hoy operan bajo mayor silencio político.
La pregunta permanece: ¿Quién ganó con la destrucción exprés de la evidencia?
Silencio institucional en plena crisis de narcotráfico
Ni Seguridad Pública ni la Fiscalía divulgaron informes técnicos detallados. No se comunicó si intervino el OIJ, si hubo análisis químicos, levantamiento de datos electrónicos, rastreo internacional o preservación de piezas.
En un país donde el crimen organizado avanza a una velocidad preocupante, la falta de transparencia es, en sí misma, un síntoma. Costa Rica enfrenta un momento en que el Estado debería reforzar vigilancia aérea, inteligencia y control fronterizo, pero en cambio surgen decisiones que más bien debilitan la capacidad investigativa, destruyen evidencia y cierran puertas que podrían revelar la magnitud de las redes involucradas.
Un país que exige respuestas
Bagaces no solo fue escenario de un accidente: fue escenario de un acto institucional que merece escrutinio público. La ciudadanía tiene derecho a saber quién autorizó la destrucción, por qué se hizo tan rápido y bajo qué estándar legal. En tiempos donde el narcotráfico penetra municipalidades, estructuras políticas y territorios enteros, la transparencia debe ser absoluta.
Costa Rica no puede darse el lujo de destruir evidencia cuando el crimen organizado ya no opera en las sombras, sino a plena luz del día.
Y mucho menos cuando la destrucción parece responder más al silencio que a la justicia.












