Por: Rodolfo Arias Formoso
Leí sólo 2 artículos del jaguar, dos manchitas de su pérfido pelaje. Podría haber seguido, pero se hubiera hecho todavía más largo este análisis. Mis conclusiones me han dejado estremecido.
Por eso pido un poco de paciencia, y de resistencia emocional, al que lea esto. Luego, pido valentía, firmeza, decisión de “ponerse de pie por dentro”, para actuar todos con la diligencia y claridad que las circunstancias actuales demandan.
I: Al canasto la legalidad
Dice la Ley Orgánica de la Contraloría (ley 7428, del 04-11-1994) en su artículo 11:
“Los fines primordiales del ordenamiento contemplado en esta Ley, serán garantizar la legalidad y la eficiencia de los controles internos y del manejo de los fondos públicos”
Dice la «ley jaguar” de Chaves, en la modificación que propone de este artículo:
“Los fines primordiales del ordenamiento contemplado en esta Ley, serán garantizar la eficiencia de los controles internos”
¡Cataplúm! ¡Despareció el término “legalidad”! ¡Revísese con calma, no me lo soñé!
II: Al diablo la función auditora:
Dice la referida Ley Orgánica, en su artículo 12, primer párrafo:
“La Contraloría General de la República es el órgano rector del ordenamiento de control y fiscalización superiores, contemplado en esta Ley. Las disposiciones, normas, políticas y directrices que ella dicte, dentro del ámbito de su competencia, son de acatamiento obligatorio y prevalecerán sobre cualesquiera otras disposiciones de los sujetos pasivos que se le opongan.”
Dice la «ley jaguar” de Chaves, en la modificación que propone de este artículo:
“La Contraloría General de la República en el ejercicio de cualquiera de sus funciones, decisiones y actuaciones NO PODRÁ sustituir, abarcar, interferir, ordenar, interpretar, advertir, recordar, ni recomendar asuntos que corresponden exclusivamente a las competencias propias de la administración pública activa en toda su extensión, ni sustituir las competencias de administración pública activa en sus modalidades de función decisora, ejecutiva, resolutora, directiva u operativa, ni podrá evaluar previamente la gestión administrativa de la administración pública activa”.
Las mayúsculas son mías. Y seguirán encendidas en mi mente, por lo que reste del presente debate público. NO PODRÁ. La Contraloría NO PODRÁ, NO PODRÁ…
¿No podrá qué?
!Diay!, léase con calma, previa aspiración profunda, lo que Chaves promueve con su lindo gatito: “NO PODRÁ ATRAVESARSE (en fin: sustituir, abarcar, interferir, ordenar, interpretar, advertir, recordar, ni recomendar…) en asuntos QUE CORRESPONDEN EXCLUSIVAMENTE A LAS COMPETENCIAS PROPIAS DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA EN TODA SU EXTENSIÓN, ETC., ETC.”
De nuevo mayúsculas mías.
III: Auditoría, control, desguace del orden público.
Ufff. ¿Sabrán los que recubrieron con peluche moteado al jaguarcito qué cosa es un auditaje? ¿Por qué existen las auditorías? ¿Qué es una auditoría a priori, y una a posteriori?
A ver si logro dimensionar este atropello un poco:
Según Chaves, de UN LADO está la Contraloría, y del OTRO LADO está la Administración Pública.
Del lado de la Administración Pública hay “competencias propias” de “carácter exclusivo”, y “en toda su extensión”.
¡Y NADIE SE VA A PODER METER AHÍ!
Del otro lado hay AHORA una entidad estatal que ESTORBA, porque según la ley vigente “es el órgano rector del ordenamiento de control y fiscalización superiores”. Esa es la CGR.
No hay UNA Administración Pública que incluye, como parte de ella, una entidad que la fiscaliza, que la controla, que la guía en el correcto andar de sus actos. No: hay una cosa y la otra, enfrentadas.
La ecuación es tosca, rudimentaria, pero letal si prosperara. Se lee así:
“La CGR no podrá ejercer su rectoría sobre el ordenamiento de control y fiscalización PORQUE SE LE ATRAVIESA a la Administración Pública en competencias que son de su exclusividad”.
¿Habrá Chaves alguna vez construido una casa?
No creo, posiblemente ya la compró hecha. O si la encargó a su gusto, le dejó todo el trajín “tramitológico” al que contrató. Pero sí parece que trajo buen billete de sus periplos como funcionario internacional, y se hizo de un chozón en Monterán.
¿Qué habría aprendido Chaves si hubiera construido su casa, él solito, como hemos hecho muchos otros?
No sé, tal vez habría entendido que hay entes contralores que actúan sobre el ciudadano, PERMANENTEMENTE, DÍA TRAS DÍA.
Cuando hubiese manifestado su deseo de construir una casa, le habrían preguntado:
¿Dónde la va a hacer? “En un lote que tengo”.
¿Y ya sabe si ese lote es adecuado? “Ah, sí viera qué lindo”.
No basta con eso, ¿ya sacó el uso de suelo en la Muni? “No…”.
Pues sáquelo, ¿y ya sabe cómo va a ser su casa? “Sí, un ingeniero amigo me la diseñó, el sábado pasado vino y nos tomamos unos tragos y me la dibujó en un papel”.
Con eso no puede construir, ¿ya fue al CFIA para que le visen los planos? “No… dónde queda eso”.
¿Ya el AyA le dijo si había disponibilidad de agua? “No… ¿ay, eso también se ocupa?»
¿Ya se inscribió como patrono en la CCSS? ¿Ya tiene póliza del INS para la cuadrilla?
Todos los anteriores habrían sido controles a priori. ANTES de siquiera clavar la primera estaca en el terreno para empezar el trazo de los cimientos de la casa.
Y no me extiendo más. Cuando Chaves hubiera terminado su casa, exhausto, habría visto que OTRO MONTÓN de controles lo esperarían a posteriori, para que le pusieran el medidor definitivo de electricidad y de agua, para que la Muni le diera cierre al proyecto, para que la CCSS y el INS le permitieran concluir en orden su relación obrero-patronal con los trabajadores.
En fin, TODOS sabemos que sin controles no se pueden hacer las cosas. Lo vivimos TODOS LOS DÍAS. Si queremos construir una casa, si queremos tener una cuenta en un banco, si queremos conseguir un trabajo en el sector formal, si queremos sacar un título universitario, ¡cualquier asunto!
¡Y ahora este gobierno quiere que las cosas se hagan bajo competencia exclusiva de la Administración Pública, descontroladamente!
IV: Cinismo y crudeza
Si lo anterior no fuera suficiente para alterarle a uno la paz cotidiana, el cinismo y la crudeza con que sus figuras protagónicas promueven este peligrosísimo sainete (es un sainete en su apariencia externa, es un embrión de golpe de estado en su sustancia interna) lo llenan a uno de estupor, seguido de enojo, seguido también de miedo.
El cinismo con el que hoy Pilar Cisneros, en “Nuestra Voz” le decía sin el menor titubeo a Amelia Rueda que la «ley jaguar» “no modifica en nada las competencias de la Contraloría”, no tiene parangón. La inaudita señora Cisneros se largaba después a tratar de tontos a los miembros del TSE, de ignorantes a quienes no hayan leído la ley, de tiránicos a quienes redactaron la actual reglamentación sobre referéndums. Yo mantuve encendido el televisor. Decidí empezar un acto de resistencia pública.
Y la crudeza con la que Chaves aprovecha todo este remolino, creado con malas artes y feas mañas, para insultar a nuestro estado democrático tildándolo de “dictadura perfecta”, no pasaría de ser una broma de pésimo gusto de no saber uno que hay en efecto dictadores que surgen en los contextos menos esperados.
Venezuela era un país de leyes, con su contraloría, con los tres poderes del estado estables y bien constituidos… ¡Venezuela era como nosotros! Con su buen montón de problemas, pero como nosotros en su esencia republicana. Y hoy hay casi 10 millones de venezolanos en el exilio, y otros 10 millones en pobreza extrema dentro del país.
¿Es distinto Chaves de Chávez? ¿Está Maduro Chaves?
No lo sabemos, pero cuando el río suena, piedras trae.